El funcionamiento de la democracia depende de los pesos y contrapesos políticos.
En México, los gobernadores no tienen contrapeso alguno. Los poderes locales están subordinados a ellos, lo mismo que los órganos que deberían ser independientes. No es raro que la misma prensa local y el empresariado también estén controlados. El poder absoluto corrompe absolutamente, y ése es el caso de los gobernadores. Algunos sólo se hacen muy ricos, otros además sucumben a una vida licenciosa, y hay quienes acaban formando parte del crimen. Por eso la vida licenciosa es problema, no por moralina.