Hasta hace un par de siglos, la legitimidad de los gobiernos derivaba de la religión. Aunque eso empezó a cambiar desde el siglo XVI, es hasta la Revolución Francesa que el poder puede alcanzarse sin la ayuda de la iglesia, o incluso en su contra. En términos políticos, ahí inicia la muerte de Dios. Sin embargo, durante buena parte del siglo XIX el centro del conflicto político es precisamente entre quienes creen que el viejo régimen debe permanecer, por eso llamados conservadores, y quienes creen que es necesario liberarse de él, los liberales.